La decisión de hacer este hotel tiene un mensaje de exclusión ciertamente odioso e
inaceptable: que los parques nacionales ya no son para todos, sino para unos cuantos privilegiados.
U
no de los pilares sobre los cuales se sustenta un buen gobierno es el de la transparencia del gobernante a la hora de ejercer el poder. Por eso sorprende la falta de transparencia con que el gobierno ha empezado a desempolvar su idea de darle luz verde a la construcción de un hotel de siete estrellas en el Parque Tayrona.
La primera sorpresa que nos ha
dado este gobierno, que se ufana de tener buenas prácticas, es que está
impulsando un proyecto hotelero que va en contravía de una normatividad
existente en el país desde hace 40 años en materia del cuidado y preservación
de los parques nacionales. Bajo esa política, estos hermosos y paradisíacos
sitios eran considerados un bien público que debía servir para el esparcimiento
de todos los colombianos, razón por la cual se llegó a la conclusión de que no
se debían permitir construcciones hoteleras en ninguno de ellos. Gracias a esta
política es que hoy el país, mal que bien, ha logrado preservar estos lugares,
y en el caso específico del Parque Tayrona se ha evitado que termine convertido
en otro Rodadero, una bahía cuyo esplendor y belleza quedaron hace rato
sepultados por el cemento y la basura.
El hecho de que este gobierno
esté pensando otorgar el permiso para la construcción de este lujoso hotel en
el Parque Tayrona significa que de puertas para adentro anda en la tarea de
acabar con esta legislación, así siga mostrando de puertas para afuera las
pulseras que le dieron los koguis, almas tutelares del Parque Tayrona, por
haberse comprometido a cuidar la naturaleza y respetar el medio ambiente. Ya se
habla incluso de la existencia de un nuevo decreto que permite la construcción
de este tipo de hoteles y del otorgamiento de licencias para pequeñas
operaciones de ecoturismo en el Parque sin que los indígenas ni la opinión
pública hayan sido consultados ni debidamente informados.
Pero, además, el silencio de
la directora de Parques, Julia Miranda, es elocuente porque confirma que el
gobierno está decidido a sacar adelante este proyecto, así vaya en contra del
interés nacional y sólo beneficie a unas cuantas familias poderosísimas de
Santa Marta que hacen parte del proyecto hotelero, como sucede con el grupo
Daabon, el mismo que resultó beneficiado con los dineros del programa AIS,
concebido para favorecer a los campesinos y no a los grandes dueños de tierras,
como ellos.
Y un dato más: cerca del 70
por ciento del Parque Tayrona está en manos de estas mismas familias. Y en
lugar de que los gobiernos hayan comprado estas tierras que hacen parte de un
bien público, estas familias han ido presionando por todos los medios para
privatizar el parque. Lo peligroso de este paso que está dando el gobierno de
Santos es que con este permiso se abre la puerta para acabar con los parques
naturales.
Detrás de este hotel vendrán
otros y otros, y parques como el Tayrona quedarían convertidos en el coto de
caza de los más ricos. La privatización de los parques naturales sería
inevitable. El impacto que este proceso va a tener en las golpeadas poblaciones
indígenas será fulminante: hay quienes insisten que Mamo Valencia, el más
importante de los koguis, murió el año pasado por la pena que le causó ver cómo
perdieron en Dibuya una salida al mar que era considerada un lugar sagrado de
los koguis, porque se decidió construir en ese sitio un puerto carbonífero.
Yo fui fundadora de la
Fundación Pro Sierra Nevada de Santa Marta al lado de Juan Mayr y de otros
soñadores. Allí conocí de cerca la idiosincrasia de estas familias que hoy se
quieren apoderar del Tayrona y vi cómo su interés por la Sierra consistía en
lograr hacer un teleférico desde Ciudad Perdida hasta las playas de Santa Marta
como si estuviéramos en Disneylandia.
Afortunadamente este proyecto
nunca ha prosperado, pero si logran construir su superhotel en el Tayrona, el
próximo paso va a ser el tan ansiado teleférico.
Más allá de todo lo que se nos
vendría encima si el gobierno decide dar este paso, la decisión de hacer este
hotel tiene un mensaje de exclusión, ciertamente odioso e inaceptable: les está
diciendo a los colombianos que los parques nacionales ya no son para todos,
sino para unos cuantos privilegiados.
Los koguis dicen que cuando sus hermanos menores los traicionan, los
espíritus del mal se salen de sus tumbas y empiezan las plagas, los problemas y
los desastres de la naturaleza. No voy a decir que los problemas que ya empieza
a enfrentar este gobierno sean producto de una eventual conjura, pero en algo
deben estar ayudando los koguis para que el gobierno ande enfrentando tantas
protestas sociales y poniéndole la cara al peor de los inviernos. (Tomado de
Semana).
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