En lo alto de las montañas del
departamento colombiano de Antioquia se alza imponente una finca
aromatizada por los olores del campo que luce como en tiempos
coloniales, engalanada por sus aires de gran hacienda y adornada con
colores cálidos y alegres, en donde el café es más que una bebida.
Es una experiencia que acerca a
los turistas a la esencia de este grano.
En el municipio de Fredonia,
situado 58 kilómetros al suroeste de Medellín, a 1.800 metros de
altura, se encuentra La Sierra, una de las 19 fincas abiertas a los
turistas con el objetivo de que estos conozcan la producción del
café y vivan directamente lo que es estar detrás de la siembra y
recolección de este producto.
Es un paraíso terrenal ubicado a
tan solo dos horas de Medellín, en el noroeste del país, con 18
grados centígrados de temperatura, situado cerca de un pequeño
caserío polvoriento por donde pasaba el tren.
Al llegar a la finca los
visitantes toman el desayuno con la compañía silenciosa de las
enormes montañas de la región de donde, según el administrador de
la propiedad, Gustavo Palacio, “se dice que salió el logotipo de
la compañía colombiana Juan Valdez, símbolo del café colombiano
en el mundo”.
Tras la comilona que incluye
huevos, panes de queso, café y las infaltables arepas, se emprende
el recorrido a caballo por entre los cerros, siguiendo un camino
empedrado desde el que se divisa a los recolectores que trabajan,
como hormigas, al ritmo de las canciones, la algarabía y los
chistes, para que la jornada sea más placentera.
“A
mí me gusta granear, me divierto, tenemos buenos compañeros cada
uno va alegrando a su manera; yo tengo más oficios, pero recoger
café es lo que más me gusta”, comenta Orlando Suaza, un
experimentado recolector de café que encuentra en su profesión una
cultura.
El trabajo para los recolectores
es esporádico, pues depende del tiempo de cosecha y de la
abundancia, y su sueldo es proporcional a lo que recojan.
“Si
son 100 kilos, su ganancia puede ser de 40.000 pesos, de los cuales
tiene que apartar 10.000 para las tres comidas del día”, explica
Palacio.
A lo largo del recorrido se hacen
escalas en las diferentes estaciones o pasos de producción, primero
por el germinador, en donde crecen las semillas y nacen las chapolas
(plantas del café), luego por el almácigo, lugar donde se
trasplanta el cafetal en bolsas negras hasta su crecimiento y,
finalmente, por la plantación en terreno.
Luego de observar este paso, sigue
el área de fertilización, donde las plantas crecen y desarrollan
raíces, de modo que cuando estén grandes puedan producir los granos
rojos, llamados “cerezas maduras”.
En este lugar, el visitante puede
ver también el proceso industrial, que consiste en despulpar el
grano, que luego se lava y pasa por un mecanismo de secado en el que
el café toma el aspecto del “pergamino”, llamado así porque
obtiene un cascarón de color crema similar a la textura de ese
papel.
Este grano es trillado para
eliminar la cáscara y dejar solo el fruto, que después se tuesta
hasta obtener el polvo de color oscuro y aroma característicos.
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